Poeta lírico griego, creador de la mnemotecnia, tío del también poeta Baquílides.
Aunque fue llamado a Atenas hacia el año 526 a. C. por la corte del tirano Hiparco, asesinado este marchó a Tesalia con su sobrino y discípulo, el poeta Baquílides. Allí se relacionó con la aristocracia gobernante, los Escopadas y los Aleuadas, quienes le hicieron de mecenas. Después viajó a Cranón y Farsalia.
Vuelto a Atenas, cantó las hazañas de los griegos en la batalla de Maratón, con lo que se volvió muy popular. Terminó su vida en la corte del tirano de Siracusa (Sicilia) Hierón I, ayudándole también en labores diplomáticas, y fue enterrado en Agrigento.
SIMÓNIDES definió a la poesía como una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia, Los pocos restos que de él tenemos ponen de manifiesto un arte que entra inmediatamente por los sentidos. Es una poesía plástica, y su atención se centra en lo que se puede percibir con los sentidos. Está plenamente convencido de la incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas nunca lo que sucederá mañana") y esta insistencia suya en lo humano hizo famoso en la Antigüedad. La ternura con que se trata a sus personajes profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento en la que aparece Dánae metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el mar:
Cuando a la tallada arca alcanzaba el viento
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.
SIMÓNIDES definió a la poesía como una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia, Los pocos restos que de él tenemos ponen de manifiesto un arte que entra inmediatamente por los sentidos. Es una poesía plástica, y su atención se centra en lo que se puede percibir con los sentidos. Está plenamente convencido de la incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas nunca lo que sucederá mañana") y esta insistencia suya en lo humano hizo famoso en la Antigüedad. La ternura con que se trata a sus personajes profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento en la que aparece Dánae metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el mar:
Cuando a la tallada arca alcanzaba el viento
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.
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